miércoles, 4 de noviembre de 2009

¿Existe la luz fria?


(El calor y el color de la luz artificial.)

¿Existe realmente la luz fría? Es una pregunta típica que escuchamos cuando se desea buscar alternativas a la iluminación.

Para responder deberíamos saber a qué se refiere, es decir:

¿Al calor que emite al lucir?

¿A la impresión de fría o cálida que produce?

La intención de estas líneas es responder a ésta y a otras preguntas que puedan intrigarnos.

Una de formas de conseguir ahorrar, en nuestro hogar, es dar con la fuente de luz idónea.

¿Cómo lograr acertar en nuestra elección?

No es demasiado difícil, basta con descifrar el comportamiento de cada una de las existentes y adoptarla como compañera de viaje…

No, no vamos a meternos en profundidades farragosas contenidas en voluminosos tratados sobre iluminación…
No es esa la intención.
Simplemente vamos a analizar lo que todo el mundo conoce, y habla de ello de forma natural, como por ejemplo:

“Esa luz es cálida…” Y sin duda produce esa impresión.

“Esa bombilla consume mucho, es de 100W…”
¡Seguro!

O finalmente, “Esa fuente de luz no es muy eficiente, refiriéndonos a una vela”…


Y muchísimas más que, si recapacitamos, surgen.

Por lo tanto estamos en perfectas condiciones de hablar con más profundidad del tema por ser interesante.




La historia de la luz artificial se inicia, oficialmente, el 21 de octubre 1879, cuando Edison fabrica la primera fuente luminosa, la bombilla incandescente.







Se entiende bien lo de incandescente porque constatamos que lleva un filamento que al cerrar el circuito se pone…brillante.
A lo largo de los años, y ya que la bombilla no era muy eficiente (poco rendimiento para lo que consumía) se desarrollaron otras fuentes de luz y así al día de hoy tenemos las halógenas que a todos nos resultan familiares porque suelen instalarse en la entrada de nuestra vivienda y que rinden un 20 % más que las anteriores.



Las fluorescentes lineales, que iluminan nuestro garaje, por ejemplo y que pueden llegar a dar el mismo flujo luminoso que 5 bombillas incandescentes de la misma potencia que marca el tubo.



Las fluorescentes compactas, que podemos encontrar en muchas tiendas de productos eléctricos y de iluminación.







Lo dicho para el tubo lineal, en cuanto a eficiencia es válido para estas lámparas compactas.

Las lámparas de descarga, que iluminan las calles, los campos de fútbol y las fachadas.









¡Una observación!

El tubo fluorescente también es una lámpara de descarga, lo que ocurre es que su presión interna es mucho más baja.

Y las que iluminan nuestras calles son de otra “familia” distinta de las del campo de fútbol y las fachadas.

Ya tenemos descritas las más usuales.

De momento sólo nos centraremos en las que consideremos más eficientes y más aptas para el hogar, o sea las fluorescentes compactas.

Vamos a describir tres parámetros que las definen:

Potencia: Como sabemos se indica en vatios.
Temperatura del color que se indica en grados Kelvin.
Índice de rendimiento cromático, cuyo valor máximo es 100.

Temperatura del color o calor de la luz es la sensación que produce en nuestros ojos.
Se mide, como se ha indicado, en grados Kelvin y su valor suele variar de 2400 a 6000, el más bajo es para el cálido y el más alto es para el frío.

Índice de rendimiento cromático es la capacidad que tiene una fuente de luz para reproducir fielmente los colores que ilumina.

Otro dato importante que distingue una de otra es el tipo de casquillo.
El que conocemos se denomina E27.
Otro conocido en nuestra vivienda es el E14.
Hemos de aclarar que la E se refiere a Edison que fué quién lo desarrolló con esa forma tan singular y el número es el diámetro en milímetros.

De momento con todo lo indicado tenemos una visión distinta sobre la luz artificial.

Terminaremos contestando a la pregunta del principio.
El calor emitido por una fuente de luz es algo inherente a la misma y resulta casi imposible eliminarlo.
Una incandescente emite cerca del 90%, de su potencia, en calor.




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